jueves, 21 de noviembre de 2013

La atracción de tu vida (El retorno de La Sombra)

Muchas veces la vida se compara con una montaña rusa. Es un circuito cerrado con subidas, bajadas, giros y muchas vueltas. Cada montaña rusa es diferente, tiene sus matices que la hace única, pero todas son montañas rusas al fin y al cabo, con sus railes y sus vagonetas. Es un buen símil, muy acertado. Y pensando en comparaciones de la vida con atracciones de feria o de parque de atracciones se me ocurrió la lanzadera.
Llegué a la conclusión de que la vida a veces es como una lanzadera, una atracción de vértigo, para valientes. Cuando te sientas tienes miedo, estas nervioso y dudas de si has hecho bien en montarte. Y justo cuando estas a punto de levantarte para bajarte se abrocha el cinturón. Y ya no hay marcha atrás, solo puedes seguir adelante y disfrutar al máximo de la experiencia.
Esperas la subida, pero aunque sabes que se va a producir, te pilla desprevenido. Cierras los ojos y en un grito ahogado te das cuenta de que estas en lo más alto. Es increíble, estás arriba, en la cima y desde ahí lo puedes ver todo. Te sientes el rey del mundo, nadie te puede pisar. El corazón te va a mil por hora y parece que se te va a salir del pecho. Mientras, en tu estómago se produce un cosquilleo y tu cara expresa felicidad pero también cierto miedo. En ese momento sabes que te tocara bajar de nuevo en cualquier momento y de repente estas en caída libre. Y cuando te quieres dar cuenta has ido frenando poco a poco y vuelves a estar abajo.
Cuando te vas estas eufórico, lleno de adrenalina, pero instantes después piensas en lo pequeño que eres abajo y la grandeza que se sentía en lo alto. Y ahí te das cuenta de que todo sigue igual, pero al mismo tiempo todo ha cambiado.
Lanzaderas...

miércoles, 3 de julio de 2013

Novela. Capítulo 1

Ha sido un gran verano, inolvidable sin duda alguna. Playa, piscina, sol, calor, y todo en compañía de las personas que más me importan en este mundo: mi familia y mis amigos. No he parado en ningún momento, ha sido agotador y relajante al mismo tiempo. Pero el verano ha llegado a su fin y hoy es el primer día de clase, y no es un primer día cualquiera, es el primer día de mi etapa como universitaria.

La Universidad… Parece ayer mismo cuando estaba en Primaria o cuando iba al instituto. Se acabó la enseñanza generalizada, hoy comienzo a estudiar centrándome en mis pasiones y en todo lo que más me gusta: el periodismo.

Desde pequeña me ha fascinado ver a los corresponsales de los informativos en otros países, investigando, buscando la actualidad, al acecho de noticias frescas que causen sensación entre el público y tratando de mostrar cómo es el mundo en el que vivimos.
También me han apasionado desde pequeña los idiomas. Desde los jeroglíficos del antiguo Egipto hasta el sonido armonioso y cautivador del italiano, todos me han parecido curiosos y dignos de aprender, aunque domine solo unos pocos.
Yo creo que mis pasiones se pueden agrupar en una que las reúne a todas: las letras.

Estoy nerviosa, pero no son nervios negativos, al contrario. Estoy emocionada, feliz, con una sonrisa que no se me borra de la cara y cierto cosquilleo en el estómago.
La Universidad a la que voy cumple con las expectativas que me habían creado las películas americanas. No hay animadoras por todas partes pero no es algo en lo que me centre precisamente.
Esta compuesta por tres grandes edificios. El principal tiene una fachada de ladrillo anaranjado con signos de deterioro por la exposición a los factores climatológicos y tiene un gran letrero en el que pone “Universidad de Madrid: Facultad de Periodismo”.
Alrededor de los edificios hay jardines extensos con césped y altos árboles que invitan a sentarte con un refresco y buena compañía en días calurosos como este a mediados de Septiembre.
En la parte posterior hay unas pistas de atletismo no muy grandes, dos campos de fútbol muy bien cuidados y una cancha de baloncesto con canastas nuevas.

Inspiro profundamente, me relajo y entro por esa puerta de cristal del edificio principal. Por los pasillos caminan un montón de estudiantes, la mayoría de mi edad aproximadamente. Es un día emocionante tanto para los veteranos como para novatos como yo. Unos se reencuentran con sus amigos y otros buscan la secretaría para recoger su horario y saber cual es su habitación. Eso mismo me dispongo a hacer yo.
Encuentro la secretaría rápidamente, está a la vista y bien indicada. Una señora bastante mayor con gafas y muy amable me pide mi nombre para localizar mi horario y las llaves de la habitación que compartiré con otra chica. Me entrega una gran carpeta de color amarillo con el logotipo de la Universidad con una sonrisa sincera.
En la carpeta están todos los documentos, normas, listas de materiales, horarios de zonas comunes, mi horario de clases y la llave de mi “humilde morada” universitaria.

Salgo ya del edificio principal y voy al edificio del ala este, donde están las habitaciones de las chicas. Según la llave y según me ha dicho la secretaria compartiré habitación con una chica de origen canadiense llamada Helen. El baño lo compartimos con otra habitación. Cuatro chicas y un solo baño… parece un reto interesante.

Al fin llego a mi habitación: Habitación número 82. Abro con mi llave la puerta y observo que en la habitación hay una chica pelirroja de melena rizada y de tez pálida y pecosa. Viste sencilla, con unos vaqueros pitillos y manoletinas a juego con una blusa de color rosa palo de tirantes. Al verme entrar, la chica de ojos marrones se acerca hacia mi con elegancia y una sonrisa.

-¡Hola! Tu debes ser mi compañera. Mi nombre es Helen, encantada de conocerte.

-Hola Helen, encantada. Yo soy Alba. Eres canadiense, ¿verdad? O eso me han dicho en secretaría.

-Si, podría decirse. Mi madre es de Toronto, pero mi padre es español, de aquí de Madrid.

Esta chica parece una gran persona y su sonrisa cálida te contagia. Creo que llegaremos a ser grandes compañeras.

La tarde se nos ha pasado volando mientras nos instalábamos y nos conocíamos mejor. Hemos congeniado bien las inquilinas de la pequeña habitación verde número ochenta y dos.

viernes, 29 de marzo de 2013

Novela: Prólogo

Abrí los ojos lentamente, la luz de la sala era cegadora. Cuando por fin enfoqué mi vista me descubrí en una camilla de sábanas blancas, en un cuarto de color mandarina, con una ventana amplia a través de la que se veía la fachada de un edificio antiguo con numerosas ventanas iguales que las de mi habitación. Había un olor ciertamente desagradable, un olor a enfermo y a medicamentos que intentaba ser camuflado con un ambientador de vainilla que resultaba demasiado empalagoso. Miré a mi izquierda y descubrí que mi brazo estaba repleto de tubos, cables y vías que me conectaban con sueros y máquinas de todos los tamaños y formas. Delante tenía una antigua televisión, un armatoste cuadrado y polvoriento del que colgaba un cartelito en el que ponía "NO FUNCIONA".
Sentí un repentino y agudo dolor de cabeza, y justo en ese momento entró una enfermera, que al verme despierta se marcho corriendo y reclamando en voz alta la presencia del doctor. Un instante después entraron en esa habitación la alterada enfermera y el calmado y sonriente doctor. Ese doctor era bastante joven, muy alto, con el pelo negro como el carbón que contrastaba con su tez pálida de rasgos duros pero amables. Su mirada era firme, serena y esos ojos verdosos daban paz y confianza a todo aquel que los mirase. La enfermera se marchó y se la escuchaba hablar con alguien que estaba tras esa puerta de madera ciertamente carcomida por el tiempo.
Mientras tanto, el doctor se dirigió hacia mi, comprobó no sé el qué en las máquinas, pero parecía que todo estaba correcto. A continuación, me dedicó una sonrisa y comenzó a hablarme...

-¡Hola Alba! Estas en el Hospital General de Madrid, llevas un mes inconsciente y parece ser que acabas de despertar. Ingresaste debido a que tuviste un accidente, nadie vio nada, era de noche y te encontraron unos chicos tirada en la calle. Puede que no recuerdes lo que pasó, pero poco a poco esperamos que vayas recordando lo que sucedió aquel día. Ahora sólo necesitas descansar para recuperarte. Tu familia está fuera, están muy nerviosos, así que no conviene que pasen a verte. Cuando estén más calmados y tu hayas descansado podrás estar con ellos. Duerme un poco.

Yo simplemente asentí con la cabeza y solté un "Gracias" tan bajito que el viento se lo llevó. Volvía a estar sola, sola con mis pensamientos, esas máquinas, una televisión estropeada y mi dolor de cabeza.
No me apetecía dormir, quería saber que había pasado, por qué estaba en ese hospital, pero como había dicho el doctor, todo estaba borroso. Puse toda mi fuerza en recordar, pero mi mente era una nube en la que no se podía distinguir nada. Poco a poco la nube que era mi mente se iba despejando y logré acordarme de algo. Para ello me remonté seis meses antes del accidente misterioso, el mes de Septiembre, cuando comenzaba mi primer año en la facultad de periodismo.

lunes, 11 de marzo de 2013

Que tu voz no se convierta en un simple eco de tu mente

En la vida te llamaran de muchas maneras diferentes, recibirás múltiples calificativos. Algunos de estos adjetivos que te apliquen serán injustos, otros serán los apropiados. Te insultarán, te menospreciarán, te harán sentir mal, te intentarán hacer parecer inferior a lo que son ellos y a lo que realmente tú eres. Otras personas te elogiarán, te pondrán en un altar, te harán engordar de felicidad o harán que tu ego aumente.
Sea cual sea tu situación, no dejes que los demás sean los que califiquen tu vida, no dejes que sean otros los que escriban tu historia, no dejes que su voz respecto a cómo eres o qué eres sea superior a la tuya y la deje en un simple eco, es tu vida, tú decides cómo calificarla... ¡Tú escribes tu historia! Te pueden definir cómo quieran, no muestran cómo eres tu, simplemente muestran algo de sí mismos, bien lo que son, lo que les gustaría ser o cómo creen que deberían ser. Tú eres alguien único y te debe ser indiferente lo que digan acerca de ti, lo realmente importante es que seas como quieres ser y que seas feliz con ello.
Sé tu mismo, busca estar a gusto contigo mismo y con lo que haces y ya habrás hecho algo de progreso en la vida, un gran progreso que no todos alcanzan.

miércoles, 30 de enero de 2013

Época de sentimientos

Hablemos de la Navidad, esa época en la que vas a cualquier centro comercial y está abarrotado de gente que busca el regalo ideal, la época en la que los niños escriben sus cartas a los Reyes Magos.

Es la época en la que se prolongan tanto las comidas que se juntan con las cenas, la época de excepciones en el régimen, de polvorones, mazapán, turrón…

Es una época mágica en la que se suelen reunir las familias, que no tienen que ser de tu misma sangre o familia política, sino personas que tienen un hueco especial en tu corazón, esos amigos imprescindibles en tu vida.

Se supone que es la época de la alegría y de la felicidad porque estás con gente a la que quieres y que te quiere, pero te falta gente que ya no está, y es cuando más te acuerdas de ellos y más les echas de menos, dándole un toque de tristeza a esta época, más aún si se fueron en estas fechas.

El día de Nochevieja hacen un balance de tu vida en los últimos trescientos sesenta y cinco días: los objetivos logrados, los sueños cumplidos, los sueños que se han quedado por el camino, las personas que han entrado en tu vida, las que han dejado de formar parte de ella, las que se han ido… Y cuando llega el momento de las campanadas te das cuenta de que un año se acaba, un año en el que ha habido momentos buenos y momentos malos, pero al fin y al cabo, un año único e irrepetible, un año que ya nunca volverá y al que das gracias por todo lo aprendido. Después de esto llegan los abrazos, los buenos deseos para el nuevo año, las llamadas, los mensajes, los cohetes, los brindis, la música, el baile, los juegos…

El último momento de la Navidad es la noche y el día de Reyes, lo más esperado por los niños, que hace que un brillo de entusiasmo cubra su mirada y así la de sus familiares. Es un día de alegría, regalos y juegos alrededor del árbol que dos días después ya no estará porque habrás vuelto a la rutina.