miércoles, 3 de julio de 2013

Novela. Capítulo 1

Ha sido un gran verano, inolvidable sin duda alguna. Playa, piscina, sol, calor, y todo en compañía de las personas que más me importan en este mundo: mi familia y mis amigos. No he parado en ningún momento, ha sido agotador y relajante al mismo tiempo. Pero el verano ha llegado a su fin y hoy es el primer día de clase, y no es un primer día cualquiera, es el primer día de mi etapa como universitaria.

La Universidad… Parece ayer mismo cuando estaba en Primaria o cuando iba al instituto. Se acabó la enseñanza generalizada, hoy comienzo a estudiar centrándome en mis pasiones y en todo lo que más me gusta: el periodismo.

Desde pequeña me ha fascinado ver a los corresponsales de los informativos en otros países, investigando, buscando la actualidad, al acecho de noticias frescas que causen sensación entre el público y tratando de mostrar cómo es el mundo en el que vivimos.
También me han apasionado desde pequeña los idiomas. Desde los jeroglíficos del antiguo Egipto hasta el sonido armonioso y cautivador del italiano, todos me han parecido curiosos y dignos de aprender, aunque domine solo unos pocos.
Yo creo que mis pasiones se pueden agrupar en una que las reúne a todas: las letras.

Estoy nerviosa, pero no son nervios negativos, al contrario. Estoy emocionada, feliz, con una sonrisa que no se me borra de la cara y cierto cosquilleo en el estómago.
La Universidad a la que voy cumple con las expectativas que me habían creado las películas americanas. No hay animadoras por todas partes pero no es algo en lo que me centre precisamente.
Esta compuesta por tres grandes edificios. El principal tiene una fachada de ladrillo anaranjado con signos de deterioro por la exposición a los factores climatológicos y tiene un gran letrero en el que pone “Universidad de Madrid: Facultad de Periodismo”.
Alrededor de los edificios hay jardines extensos con césped y altos árboles que invitan a sentarte con un refresco y buena compañía en días calurosos como este a mediados de Septiembre.
En la parte posterior hay unas pistas de atletismo no muy grandes, dos campos de fútbol muy bien cuidados y una cancha de baloncesto con canastas nuevas.

Inspiro profundamente, me relajo y entro por esa puerta de cristal del edificio principal. Por los pasillos caminan un montón de estudiantes, la mayoría de mi edad aproximadamente. Es un día emocionante tanto para los veteranos como para novatos como yo. Unos se reencuentran con sus amigos y otros buscan la secretaría para recoger su horario y saber cual es su habitación. Eso mismo me dispongo a hacer yo.
Encuentro la secretaría rápidamente, está a la vista y bien indicada. Una señora bastante mayor con gafas y muy amable me pide mi nombre para localizar mi horario y las llaves de la habitación que compartiré con otra chica. Me entrega una gran carpeta de color amarillo con el logotipo de la Universidad con una sonrisa sincera.
En la carpeta están todos los documentos, normas, listas de materiales, horarios de zonas comunes, mi horario de clases y la llave de mi “humilde morada” universitaria.

Salgo ya del edificio principal y voy al edificio del ala este, donde están las habitaciones de las chicas. Según la llave y según me ha dicho la secretaria compartiré habitación con una chica de origen canadiense llamada Helen. El baño lo compartimos con otra habitación. Cuatro chicas y un solo baño… parece un reto interesante.

Al fin llego a mi habitación: Habitación número 82. Abro con mi llave la puerta y observo que en la habitación hay una chica pelirroja de melena rizada y de tez pálida y pecosa. Viste sencilla, con unos vaqueros pitillos y manoletinas a juego con una blusa de color rosa palo de tirantes. Al verme entrar, la chica de ojos marrones se acerca hacia mi con elegancia y una sonrisa.

-¡Hola! Tu debes ser mi compañera. Mi nombre es Helen, encantada de conocerte.

-Hola Helen, encantada. Yo soy Alba. Eres canadiense, ¿verdad? O eso me han dicho en secretaría.

-Si, podría decirse. Mi madre es de Toronto, pero mi padre es español, de aquí de Madrid.

Esta chica parece una gran persona y su sonrisa cálida te contagia. Creo que llegaremos a ser grandes compañeras.

La tarde se nos ha pasado volando mientras nos instalábamos y nos conocíamos mejor. Hemos congeniado bien las inquilinas de la pequeña habitación verde número ochenta y dos.