Muchas veces la vida se compara con una montaña rusa. Es un circuito cerrado con subidas, bajadas, giros y muchas vueltas. Cada montaña rusa es diferente, tiene sus matices que la hace única, pero todas son montañas rusas al fin y al cabo, con sus railes y sus vagonetas. Es un buen símil, muy acertado. Y pensando en comparaciones de la vida con atracciones de feria o de parque de atracciones se me ocurrió la lanzadera.
Llegué a la conclusión de que la vida a veces es como una lanzadera, una atracción de vértigo, para valientes. Cuando te sientas tienes miedo, estas nervioso y dudas de si has hecho bien en montarte. Y justo cuando estas a punto de levantarte para bajarte se abrocha el cinturón. Y ya no hay marcha atrás, solo puedes seguir adelante y disfrutar al máximo de la experiencia.
Esperas la subida, pero aunque sabes que se va a producir, te pilla desprevenido. Cierras los ojos y en un grito ahogado te das cuenta de que estas en lo más alto. Es increíble, estás arriba, en la cima y desde ahí lo puedes ver todo. Te sientes el rey del mundo, nadie te puede pisar. El corazón te va a mil por hora y parece que se te va a salir del pecho. Mientras, en tu estómago se produce un cosquilleo y tu cara expresa felicidad pero también cierto miedo. En ese momento sabes que te tocara bajar de nuevo en cualquier momento y de repente estas en caída libre. Y cuando te quieres dar cuenta has ido frenando poco a poco y vuelves a estar abajo.
Cuando te vas estas eufórico, lleno de adrenalina, pero instantes después piensas en lo pequeño que eres abajo y la grandeza que se sentía en lo alto. Y ahí te das cuenta de que todo sigue igual, pero al mismo tiempo todo ha cambiado.
Lanzaderas...